Máquina para que no se vayan las palabras
Leer poesía es una lidia de toros, no tengo dudas.
La noche del 26 de junio hice mi primera lectura pública del poemario “Máquina para borrar humanidades“, Eriginal Books, 2015. El espacio La esquina de las palabras, que el poeta Joaquín Gálvez ha labrado con paciencia de seis años en un recodo de Coral Gables, me recibió junto a mi familia y amigos.
Leí frente a Ángel Cuadra, un hombre que estuvo varios años en prisión por ser consecuente con los poemas que escribió un día y molestó a sus verdugos de verdeolivo. Estaban escuchando escritores como José Abreu Felipe, Juan Carlos Valls, Armando de Armas, Janisette Rivero, el escritor y editor Armando Añel y la editora Marlene Monleón con el analista político Juan Antonio Blanco, que conforman un excelente abanico de los modos de entender la literatura y el periodismo. Tirarme al ruedo, escuchar las palabras de presentación y las valoraciones del poeta Denis Fortún, y luego el paso acompasado de los aplausos fue otra manera de atravesar el Jordán.
“Máquina…” empieza ahora su viaje definitivo, veré hasta donde me llega el aliento.
Miami ha sido más que generosa conmigo, lo que me prohibieron a solo 90 millas de aquí unos funcionarios que se creen dueños de las palabras y las frases, me lo ha devuelto esta ciudad a la que putean sin razón todos los días.
El primer texto que leí anoche está dedicado a mi hermano el escritor Ángel Santiesteban-Prats, hoy en prisión bajo una mancuerna jurídica que no se atreve a declarar que lo encierran por motivos políticos. Espero que esas energías le hayan llegado hasta el jaulón en que lo tienen en la Unidad de Guardafronteras del poblado Jaimanitas, en La Habana.
Un abrazo, para el Ángel. Mis agradecimientos a todos los que me acompañaron en esta aventura que no más comienza.
Gracias.
El aguijón y la huella
Para mi amigo, el escritor Ángel Santiesteban Prats, todas las noches,
todos los días que te han robado en esa inmunda cárcel.
No estoy pasando esa banda de metal
por un impulso vano
me empuja la jauría de palabras
de donde vengo sin garganta
sin el ardor de ser yo mismo en el jaulón
-jardín que se resiste a recibirme.
En el espanto del pie sobre la raya
tengo el aviso del barrote
y el mejunje de los miedos
-un elixir a probar.
En la boca del caño está mi sombra
allí me asomo
-medicaciones que me esperan.
En el caño está mi nombre
o la medida de mi pierna
-la astilla que ha sobrado.
Yo no paso la banda que separa
y nos separa
el aro de metal se adormece en mi cabeza
en mi cintura hilo de acero para atar a un monstruo.
Pongo el pie en la marca de metal
y he llamado a los cuervos circulantes.
Mi sangre los pondrá a libar.